El gran pecado francés.


Francia se quedó out de su Mundial frente a Inglaterra y, ahora, todo el país galo busca el por qué de semejante fracaso. ¿Existió falta de humildad dentro del plantel? Aquí la respuesta.

Días antes del comienzo de la Copa del Mundo en Francia no se hablaba más que del Mundial de Rugby. París se vestía para la ocasión al tiempo que los franceses veían que el sueño de alcanzar finalmente una Copa del Mundo era posible. Más aún cuando el equipo local se había alzado con el Seis Naciones y había ganado una serie de partidos preparatorios contra Inglaterra -el campeón del mundo- en encuentros disputados en Londres y Marsella.

El equipo Tricolor llegaba al debut mundialista más seguro que nunca de su victoria ante los Pumas. El 7 de septiembre quedara en la historia como la noche en la cual el seleccionado argentino dejó al local en “terapia intensiva”. En el hexágono se pasó entonces de la euforia a la tristeza absoluta. A sólo ochenta minutos de iniciada la Copa del Mundo, el Mundial ya no era el mismo. Francia sabía que con ese resultado se había puesto en “una gravísima situación”, dado que ya no dependía de ella misma para quedarse con su Grupo y de esa forma tener que evitar a los poderosos All Blacks en Cardiff.

La fase grupal del Mundial siguió su curso. Los Pumas continuaron ganando con autoridad en cada presentación quedándose, luego del gran triunfo contra Irlanda, con el denominado “Grupo de la muerte”. En ese momento, el hincha francés no lograba entender cómo era posible que el país organizador tenga que ir a jugar a Gales y más aún contra el considerado mejor equipo del planeta.

Para este tiempo, París no era la misma que antes del 7 de septiembre. La sensación era una sola: Francia será eliminada por los Blacks y, por primera vez en la historia, el equipo anfitrión quedará afuera de una Copa del Mundo jugando de visitante. Una dosis de soberbia al pensar que serían primeros del Grupo, un poco de falta de humildad y alguna devolución de favores hacia los galeses -quienes querían tener a los All Blacks en cuartos en Cardiff- fueron los elementos necesarios para poner a este Mundial al borde del fracaso absoluto, o al menos para el fanático francés.

El 6 de octubre -justo a treinta días del debut contra los Pumas- Francia da el batacazo en Cardiff dejando afuera de la Copa del Mundo a los grandes favoritos a llevarse el título. El equipo francés sale -en sólo ochenta minutos- de la terapia intensiva. El Mundial aflora nuevamente, todo vuelve a ser como antes del debut, Francia está más viva que nunca y totalmente fortalecida. En cuestión de horas se habla de “héroes nacionales” se pasa entonces de la pena a la euforia. En París, las pelotas de rugby se ven como nunca en las plazas, las camisetas tricolores se agotan en horas y los periodistas que antes no emitían comentarios ahora envían mensajes triunfalistas.

En la previa contra los ingleses los ánimos franceses estaban tal como contra los Pumas. Antes del debut, se pensaba que iban a “salir primeros en el Grupo”, ahora se pensaba que serían nada menos que “campeones del mundo”. Misma sensación a cosa vivida, se volvía a cometer el mismo error que contra los Pumas, se subestimaba al adversario perdiéndose con ello toda cuota razonable de humildad.

En el Stade de France Wilko vuelve a hacer de las suyas. El partido en sí, lo pierde Francia y no lo gana Inglaterra. El equipo galo paga carísimo sus errores y su falta de contundencia en la segunda mitad. Los Bleus hacen demasiados regalos que los ingleses aceptan gustosos. No hay más consuelo; Francia queda eliminada de su Copa del Mundo por sus propios errores, y por quizás su nueva falta de humildad. La cara de los jugadores y colegas franceses evidencian el paso de la euforia a la tristeza aunque esta vez la desolación sea, por desgracia para ellos, definitiva.

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